jueves, 23 de septiembre de 2010

¿Por dónde empezar?

Hace dos semanas, en la sesión de #juevesdeideas, nos sentamos a conversar quienes queremos impulsar un proyecto personal y quienes saben cómo hacerlo. El intercambio de ideas fue intenso y orientador.

Clave: conoce y date a conocer, Audacia Comunicación mostró de manera muy sencilla la importancia de avanzar ubicándonos en el espacio: personalidad, conocimiento, prestigio. Utilizar las redes sociales, mantener enlaces, generar redes.

Y si tenemos una idea, un proyecto, un nombre específico, lo primero debe ser siempre registrar la propiedad intelectual. Marta Martín fue muy clara: es más barato registrar desde un inicio que demandar después.... sin contar el desgaste para tu proyecto. Las ideas tienen autor, los negocios tienen dueño y las marcas tienen propietario. Debes ser claro y dejarlo registrado, conforme a la ley. Checa la presentación de Marta para que conozcas los tips sencillos.

Guillermo Perezbolde, especialista en Marketing 2.0, señaló las ventajas de trabajar con proyecto, utilizando herramientas web que son accesibles y probadas. En su presentación explica cada una y sus ventajas.

Te recomendamos también visitar su blog, que será de gran ayuda.

Seguiremos dando más ideas en #juevesdeideas!!!

P.D. Y checa la reseña del evento en Hogar Geek!!! Las fotos están muy buenas

miércoles, 22 de septiembre de 2010

¡Goooya! ¡Mi Universidad!

Hace poco más de un año, por el puro gusto, un primo y yo dejamos el auto frente al estacionamiento de Filosofía y nos bajamos a caminar por Ciudad Universitaria. Él quería recorrer la escuela de su padre, mi tío Luis, y ver Veterinaria de donde es egresado. Y recordábamos e hilábamos historias familiares.

Mi relación con la UNAM es personal, personalísima. Como es la de muchos que por ahi han pasado en estos 100 años. Eso es lo que hace que la UNAM sea para cada uno de nosotros, "miuniversidad".

Mi abuelo paterno, originario de San Pedro de las Colonias, Coahuila, era el menor de casi una decena de hermanos, y fue el elegido, enviado a la capital para estudiar Leyes en la UNAM. No le tocó Ciudad Universitaria, aún no existía. Contaba que para pagarse sus gastos sacaba copias con papel carbón de sus apuntes y los vendía entre sus compañeros.

Mi padre decidió ser abogado también. Le tocó una Universidad distinta, intensa. Estudió en la Prepa 1, cuando estaba en San Ildefonso. Pasó por esa puerta destruída de un bazukazo el 30 de julio de 1968. Platicó con Siqueiros a ratos mientras éste terminaba uno de los murales de Rectoría y él caminaba a la Facultad de Derecho. Compartió con amigos, muchos amigos que aún recorren los pasillos universitarios.

En 1968 mi tío, hermano de mi madre, era estudiante de Biología en una UNAM que se volvía cada vez más crítica, y vivía con nosotros en un departamento sobre avenida Universidad. El 18 de septiembre, me recuerdan, el Ejército pasó por nuestra ventana en dirección a Ciudad Universitaria. Mi tío lloraba, mi papá buscaba por teléfono a sus amigos que sabía trabajaban en Antropología, en CU, para advertirles. Los teléfonos estaban cortados.

La matanza del 2 de octubre sacudió a todos, universitarios y no, y le dio a la UNAM una personalidad distinta, fortaleció su alma.

Años después, en los primeros años de los 70, la UNAM para mi fue recreación y cultura, en CU aprendí a andar en bicicleta en los estacionamientos de Derecho; asistíamos los domingos a la Casa del Lago a la función de marionetas. Los sábados por la tarde había club de cine en lo que ahora es el auditorio Che Guevara, en Filosofía. Era, desde mis ojos de niña, un auditorio enorme. Pasaban los grandes clásicos de las películas de misterio en blanco y negro, como King Kong. Al final había, afuera, caballetes, papeles y pinturas. Con los dedos mi hermano y yo dibujábamos lo que habíamos visto. Era genial.

Cuando estaba en secundaria entrené futbol americano femenil en las canchas de Cóndores. No soy la mejor deportista pero recuerdo la emoción de entrar a los campos de entrenamiento, subir y bajar las escaleras de la alberca olímpica.

Un día pude entrar a la cancha del estadio de los Pumas. Vacío, sin nadie, pero impresionante, inolvidable.

Luego nos tocó a mi hermano y a mí matricularnos. Mi examen de admisión fue en el Estadio Azteca, ahora los aspirantes ya ni ahi caben. La UNAM se convertía en mi casa de estudios. Estrené la facultad de Ciencias Políticas del circuito exterior. Mi hermano entró a Ingeniería.

Formados en escuela privada, el ingreso a la UNAM implicó un cambio... más libertad pero también más responsabilidad... y claro, nuevos amigos, nuevos horizontes. También maestros polémicos, clases multitudinarias, talleres, primeros empleos.

Recuerdo las escapadas para ir a escalar en el Espacio Escultórico, escabullirse al anfiteatro de la Facultad de Medicina y de ahí, por unas tortas; ir a la Biblioteca Central, a las islas para trámites de exámenes, visitar a cuates en Administración, Química, Biología... ir a clases al CELE, al cine en todas las facultades, y a las fiestas de generaciones.

Mi generación coincidió con el movimiento del CEU y boteamos, asistimos a mítines, participamos.

Ahora que por mis manos han pasado decenas de estudiantes que realizan bajo mi mando prácticas profesionales, veo y confirmo la diferencia de un egresado de la UNAM: conciencia.

Y pasan los años y los recuerdos se siguen acumulando: los conciertos en la Sala Nezahualcóyotl, el ciclo de películas de Hitchcock que mi mamá y yo vimos, sábado tras sábado, en el Centro Cultural Universitario, las visitas a la Hemeroteca, las exposiciones en San Ildefonso...

Mi hija, de 12 años, aprendió a andar en bici en CU, en el circuito que justo pasa frente a la Biblioteca Nacional. Los domingos nuestros perros pasean por ahi. Somos clientes frecuentes de Universum, porque es divertido y del Museo Universitario de Arte Contemporáneo porque es un reto a la imaginación.

Ella, claro, es Puma como muchos de sus amigos -hijos también de egresados de la gran Universidad- y, asegura con el orgullo del linaje, que no importa qué decida estudiar, estudiará en la UNAM.

Estos 100 años, por eso, me saben a fiesta familiar.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Festejemos a México

Porque lo saboreamos


Porque lo bebemos


Porque lo vestimos


Porque lo enseñamos


Porque lo llevamos en las entrañas



Y hasta lo contagiamos...




¡¡¡Y por más, mucho más... salud!!

¡¡¡Que viva este México que queremos tanto!!!

martes, 14 de septiembre de 2010

Trabajar en la nube

Sí, quiero poner mi empresa, y tengo ganas, pero ¿y luego?

Esa fue la pregunta que nos reunió a todos el pasado #juevesdeideas.

Y no faltaron respuestas:

Guillermo Perezbolde habló sobre uno de los grandes atorones:

"Uno de los obstáculos que enfrentan las MIPYMES para lograr la tan ansiada competitividad son el tema tecnológico y de infraestructura. La gran mayoría de estas empresas no requieren de gran poder de computo, ni de aplicaciones especializadas para operar, pero los costos del hardware y mucho más del software, acaban por orillarlas a comprar este último de forma ilegal, por unos cuantos pesos afuera de una estación del Metro."

Aquí el enlace de su presentación

En realidad trabajar en la nube para reducir costos es viable, eso permite compartir software gratuito, tener una oficina virtual, compartir documentos de manera segura y no estar obligados a tener un disco duro carísimo.

Vale la pena que lo cheques.

*Guillermo Perezbolde es Director de Marketing Interactivo en Mente Digital.

jueves, 9 de septiembre de 2010

Ser historiadora en el Bicentenario

When I was just a baby my mama told me. Son,
always be a good boy, don't ever play with guns.
But I shot a man in Reno just to watch him die
now every time I hear that whistle I hang my head and cry…
Folsom Prison Blues, Johnny
Cash

Daniela Whaley
Historiadora

Hoy es uno de esos días, escucho el silbido. Se acerca la fecha y hay ideas que, casi ineludiblemente, rondan en mi cabeza. Y es que ser historiadora, en estos tiempos, en este país, ha resultado toda una aventura, incluso emocional. Sé que pertenezco a una generación donde domina el descreimiento, los jóvenes nos acercamos (con mucha razón) al proyecto Bicentenario con plena indiferencia y si acaso, un tanto de cinismo. Sin embargo se han abierto también diversos caminos, sobre todo en el plano laboral y experimental, parecía que todos esos “¿en qué vas a trabajar?” y el típico “te vas a morir de hambre” se desvanecían ante mis ojos; por primera vez la historia parecía hacerse de un lugar fuera de la academia, por primera vez la historia consideraba explorar caminos más allá del Times New Roman y se aliaba con las tecnologías más innovadoras. Primero, me entretuvieron las especulaciones creativas (¡lo que podría hacerse con esto!), vino entonces la reflexión sobre tal responsabilidad -¿sé acaso los males que provoco si intento narrar historia?-, luego, pronto, vino la desilusión.

Las fechas conmemorativas son periodos fértiles para fomentar cohesión en una comunidad, en este caso nacional, se procura un lazo entre generaciones, porque la conmemoración habita un tiempo sincrónico, habita el pasado, el presente y el futuro; los amasa para crear sentimiento y memoria. El pasado se llena de discursos retóricos que lo unen al presente, y el futuro parece trazar una línea directa con él: se anuncia un proyecto.

El primer desfile realizado en México para celebrar la Independencia fue el día mismo en que se logró. Iturbide entraba triunfante junto con el ejército trigarante en 1821. Gran fiesta sin duda. Así, cada 27 de septiembre las ciudades festejaban su libertad, por ello resultó un grave error que Iturbide se coronara emperador. Después de exiliar y fusilar a este héroe nacional, los liberales optaron por Hidalgo, como él lo hizo con la Virgen, y por el 16 de septiembre. Ya después como sabemos, Porfirio decidió unir su festejo cumpleañero a la gran celebración nacional. El calendario se convierte también en un lugar de la memoria, muy al estilo de lo que propone Pierre Nora. Y es este el punto álgido de esta reflexión. La conmemoración no es historia, es ideología. La historia es crítica y auto reflexiva. La conmemoración es sentimental y pachanguera. Y creo que en el 2010 resultó incluso irrisoria.

En Nexos se publicó un severo análisis de los costos del Bicentenario, Ciudadanos en red (un excelente proyecto web) lo revisó, lo sintetizó y lo difundió. Quiero compartirles entonces unos datos impresionantes, de esos que provocan una especie de risa-llanto. El presupuesto inicial para las celebraciones se elevó desde octubre de 2007 a julio de 2010 un 5, 843%, con un impresionante total de dos mil 971 millones 600 mil (aunque la suma no corresponde realmente con las actividades, que fue de 1,089 millones 786 mil 654 pesos). Luego, el gobierno federal, conmovido por los arcos que se realizaron en 1910 en las celebraciones del Centenario, decide convocar a un concurso para construir un arco, extrañamente el proyecto ganador resultó ser una torre. Una torre que así sin más se llamará La torre Bicentenario, “es como hacer un concurso para construir un estadio y el que gana es un hospital”, dicen por ahí. A estas alturas, el problema ya ni siquiera es la cantidad de dinero, es la ideología que se maneja en esta conmemoración. ¿Qué proyecto se está planteando detrás de la parafernalia?

En el bicentenario de la Revolución Francesa, surgió una corriente de historiadores que reflexionaban sobre el sentido de conmemorar, hablaron incluso de las ciudades como lugares de memoria y pensaron la relación qué se estaba dando entre pasado, presente y futuro. Aquí sólo hemos visto diferentes versiones animadas de Miguel Hidalgo, con el mismo solemne y remanoseado discurso. Y la pregunta que ronda en las cabezas de varios es ¿qué es lo que celebramos?

“Me quedo confuso con esta existencia doble de la verdad”, bien podría yo decir a nombre del buen Pessoa, pues al final, yo también participé.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

El valor de un auto

El domingo cometí el error de estacionarme en batería afuera del teatro Julio Castillo, en la unidad cultural del Bosque. Le di al "viene,viene" 20 pesos por cuidar el vehiculo. Salí 150 minutos después y ni auto ni "viene,viene".

Que hubo operativo de grúas, dijo un vigilante. Que ya no les pague a los que cuidan, ellos no saben, dijo otro. Total que ahí estábamos varios asistentes, cansados, en domingo y sin auto.

La gracia me costó 848 pesos. La infracción por estacionarme en batería (que todavía dudo que ahí estuviera prohibido) fue de 575 pesos, pero con eso del descuento por pronto pago se redujo a 288. Súmele 508 pesos por el arrastre y 52 pesos porque mi auto pasara la noche en buen resguardo cerca del metro San Joaquín. Además el transporte para ir a casa y regresar al día siguiente al corralón (depósito vehicular para hablar con propiedad).

Nunca busqué otro lugar dónde estacionarme, me he estacionado ahi por años, muchos años. Ahora pienso que como había función en el Auditorio pude haber optado por el estacionamiento que cobra 60 pesos, o bien, por el que esta junto al Lunario, aunque tarden una eternidad en entregar el vehículo.

Ayer platiqué con Sergio Haua, presidente de la Asociación de Vecinos de Santa Fe. Platicaba del operativo de grúas en la zona. Y explicaba: la gente siempre se queja de que no hay dónde estacionarse, que no hay lugares, pero el operativo empezó y ya no hay nadie en la calle, es decir que sí tienen dónde estacionarlos, pero no quieren pagar.

La verdad es que sí, los "automovilianos" no queremos la molestia ni el gasto. No asumimos que el auto no es el de la Pantera Rosa que siempre se estacionaba justo frente a la entrada, es un instrumento que nos acerca al sitio destino y que estacionarlo o resguardarlo, toma tiempo y dinero.

No conozco a nadie que en su presupuesto semanal aparte dinero para estacionamientos, porque se ve como un gasto extra. La percepción es: yo no tengo por qué pagarlo. Entonces en la medida de mis posibilidades veré dónde lo dejo para evitar ese gasto.

Dobles filas, autos en entradas, trampas en el parquímetro (que los "viene,viene" dominan a la perfección), estacionarse sobre la línea peatonal, ocupar espacios tan apretados que forzosamente el de adelante, cuando se vaya, nos chocará... todo con tal de no buscar estacionamiento. Y si tenemos prisa, peor.

Vamos a suponer que un hombre diario se traslada a su trabajo en auto. Dejar su coche en una pensión que le quitará 800 pesos mensuales. El fin de semana sale con la familia al cine y son mínimo 30 pesos de estacionamiento. En el restaurante después 25 pesos del valet parking. El centro comercial serán 35 pesos más. Son 90 pesos, más propinas de "viene,viene". Redondeado en 100 cada fin de semana, son 400 mensuales. Este hombre gasta cada mes, en estacionamiento, 1,200 pesos. Si suma 400 pesos promedio semanales para gasolina, pues sumamos 2,800. Ya pagar por lavarlo y demás yerbas será otra cosa.

Un total de $2,800 mensuales para el auto no es poca cosa, y es además una cifra conservadora, porque depende de la zona es la pedrada. Una pensión en un estacionamiento que en realidad es un terreno sin techo, sin ninguna protección, en la Zona Rosa, cuesta más de 900 pesos al mes. En el Centro, en un estacionamiento de varios pisos, techado, con elevador y baños, cuesta 750 pesos. Es más caro el estacionamiento en Plaza Universidad que en Perisur. ¿Por qué?

Ni hay suficientes estacionamientos en la ciudad, ni están bien regulados. Además, no hay opciones viables, porque el transporte público está saturado y sigue siendo suficiente, no es confiable ni en capacidad ni en horarios y entonces consume 25% más del tiempo que nos consume trasladarnos en auto, cuando menos.

Creo que si asumimos el costo real que para una ciudad como la nuestra tiene aumentar el parque vehicular (contaminación, saturación de vialidades, tráficos históricos), parece lógico que nos cueste viajar en auto, y ese costo se paga con gasolina, estacionamientos, verificación, tenencia, etc...

Pero necesitamos también que exista una alternativa real para dejar el coche en casa. Con estas lluvias de las últimas semanas, ¿qué hacemos? ¿Dejamos las bicis encargadas en la farmacia para tomar el Metro, que por cierto podría inundarse? ¿Nos subimos al metrobús que ya se saturó? ¿Usamos taxi que resulta al uso del auto lo que el doctor Simi a las farmacias? Porque además el transporte público está saturado de gente que no tiene automóvil.

Falta mucho por hacer para de verdad ver una disminución en el parque vehicular. A nosotros los que usamos autos nos hacen la vida cada vez más complicada (menos carriles, menos vialidades) y más cara, pero a cambio ¿qué?