martes, 27 de abril de 2010

Marcador: 3-1


Nunca hemos sido los favoritos entre las comunidades mexicanas pero nosotros, los chilangos (entiéndase cualquier habitante del DF que ha adquirido al menos tres de las malas costumbres que todos odian) somos gente con sentimientos!!!

Luego, a forma de ocioso experimento social, me puse a revisar, en los últimos días, eventos distintos que me he topado por las calles, cuántos podrían defendernos como una comunidad positiva, y cuántos de verdad demuestran que somos insoportables.

El marcador: 3 en favor de los chilangos, 1 en contra. No está mal.

Ahí le va.

Sábado 24
Estuve en el rally ciclista que organizó el Fondo de Cultura Económica en la librería Rosario Castellanos, ubicada en la Condesa. Hubo 48 equipos participantes, es decir, 96 chilangos llendo y viniendo por calles en bici y a pie dentro de la librería. Duró poco más de dos horas, y claro, todo el mundo competía por el premio del primer lugar.

El ambiente fue de una cordialidad sorprendente. Todos los concursantes se movían por la librería respetando libros, instalaciones, e incluso a otros lectores, algunos incluso se ayudaban entre ellos. Dejó de ser un rally para volverse una fiesta entre una centena de desconocidos. Un ejemplo de convivencia social.

Domingo 25
Fui a la última función de la temporada teatral en el foro Contigo América, en la Nápoles. Se presentó la obra "Las galas del difunto", de Del Valle Inclán. Impresionante, el trabajo actoral fue destacado, el teatro estaba lleno, la ambientación y uso del escenario te llevaba de lleno a un sitio en España donde la guerra sacaba lo peor de la gente, una farse de la miseria humana.

Al término los actores agradecieron y pidieron la palabra, seguramente -- creí yo -- para despedir la temporada, pero no. Leyeron un manifiesto en favor de Juárez y los juarenses, pidiendo paz para aquella ciudad, que se respeten las leyes. ¡Me pongo de pie!

Lunes 26
Manejando por el segundo piso, de sur a norte, un edificio sobresale. Es de esos edificios que quedó a un lado del segundo piso, se alcanzan a ver hasta las habitaciones de cada departamento. En el muro lateral, el que se ve cuando uno va manejando, luce un gran (graaaan) ejemplo del ánimo fiestero chilango.

El muro está totalmente pintado de negro y se ve, en grande, una pizarra por llenar. Ahí irán anotando el resultado de los tres primeros partidos que México sostendrá en el Mundial de Futbol, ¡y deja espacio para ir apuntando los siguientes, luego de que nosotros --porque así será--- pasemos a la siguiente ronda!, eso es pensar positivamente.

Martes 27 Tráfico de mañana, Patriotismo. Desde Viaducto hasta Circuito Interior, a vuelta de rueda, todos avanzan lento, algunos platican con sus copilotos, otros se maquillan, leen el diario, hablan por celular, en fin.

Los automovilistas cambian de carril a discresión. Hay como una regla no escrita, pararse aunque esté aún en verde el semáforo para no bloquear cruces, dar el paso al peatón, dejar entrar al auto de al lado si busca cambiar de carril.

Un Pointer plateado rompe las reglas de civilidad. Avanza, se pega al auto de adelante, y ante cualquier intento de "invasión" de su carril, se conecta a su cláxon como si fueran uno mismo. La mujer ataca a los que se le acercan. Horrible, estresante.

martes, 20 de abril de 2010

La mano más poderosa

Está claro la importancia de la "mano de Dios", versión Maradonna; está la mano de Hitler, señalando a sus seguidores, la de Dios tocando a Jesús en los frescos de la Capilla Sixtina, la de la directora de mi secundaria apuntando a los culpables, la del árbitro señalando al jugador expulsado, pero ninguna, ninguna, como la poderosa mano del microbusero.

Afortunadamente sí es requisito que tengan dos aunque las usen indistintamente -o ninguna- para manejar.

La derecha, la de menos importancia, recibe el dinero y da cambio con una facilidad que cualquier cajero de banco envidia.

La izquierda, ahhh, esa es la poderosa.

Ayer, para variar, me tocó la combinación que se ha puesto de moda: tráfico + apagón. Ni un semáforo en cruces peligrosos y claro, ningún policía. Todos, en nuestros humildes autos, camionetas, SUV, motos o bicis, tratábamos de pasar desesperados por ganar cualquier hueco que nos abriera la puerta a la siguiente cuadra.

Pero los microbuseros no, sólo tienen que asomar, con desgano, su mano izquierda, que normalmente reposa descansada sobre el marco de la ventana lateral, y hacer un leve, muy leve esfuerzo para levantar, casi simultáneamente los cuatro dedos de la mano (el pulgar permanece haciendo soporte en la ventana). Los dedos son apenas perceptibles, no hay cláxon ni grito ni explicación, es un leve movimiento, casi espasmo muscular de la mano izquierda del chofer de microbús que lo dice todo. Es un contundente "voy a pasar y me vale cacahuate a quién me llevo en el intento". Y pasan.

Qué poder, qué serenidad, qué contundencia. Es una mano que besaría si no fuera porque seguro me da urticaria!!!

martes, 13 de abril de 2010

Verde que te quiero verde


Yo tengo una terraza. Está llena de malvones, palmas, ficus, margaritas, truenos, azaleas y otras plantas que ni sé como se llaman. Es muy disfrutable, amigos y familia gustan de estar ahí por la paz que se siente, aunque estemos sobre avenida y el ruido de los autos sea infernal.

Eso nos sucede muy seguido circulando por la ciudad y es apenas perceptible. Es absolutamente sensorial y poco razonamos al respecto. ¿Por qué es más bonita Insurgentes que Tlalpan? ¿Por qué es mejor avenida Reforma, que Av. del Taller? ¿Por qué pese a tener puentes y puentes -ahora- Churubusco es disfrutable hasta viaducto y después es feísima? La diferencia, querido lector, está en las plantas.

Una calle verde invita a vivirla, incluso a cuidarla. La fachada de un edificio no es igual toda gris que si abajo tiene una pequeña jardinera, y esta tendencia la habrá visto en todos los nuevos edificios, en grises y blancos, acabados metálicos o madera chocolate, y pequeñas terrazas en la entrada o en balcones.

Yo sé qué hacer con mis plantas como todos los que tenemos alguna en casa, pero ¿qué pasa con los árboles y jardines que hay en avenidas, calles, glorietas, pasos a desnivel, unidades habitacionales, plazas, etc... Eso depende de las autoridades, las delegacionales y las del gobierno central, y no es cosa menor. Cuesta millones la poda y mantenimiento de plantas y no se hace bien. Hay montón de árboles plagados, hay jardines que no saben qué es una poda desde hace mucho tiempo y nunca falta ver una pipa regando mientras está lloviendo.

Y si rascamos más, el asunto tiene que ver incluso con la selección de plantas. Hay árboles, por ejemplo, que han demostrado ser inviables para las grandes ciudades, sus raíces son fuertes y superficiales y se llevan banquetas y casas enteras. Hay parques que tienen tantos árboles que el sol nunca llega hasta el suelo y nunca más vuelve a haber pasto. La tierra está ya tan dura, abandonada y compacta que parece cemento. Ahí no crecen ni las malas intenciones.

Cada vez que escucho que viene otra odiosa obra vial pienso en las plantas y árboles que habrá que sacrificar y sobre todo, en la imagen urbana que tendremos. Periférico era una vialidad, saturada sí, pero agradable, porque hay montañas cerca, zonas verdes y la avenida es amplia. Con el segundo piso nada es más deprimente que circular por abajo. Para donde se voltee hay paredes grises, sucias y con goteras.

Qué pasará ahora con las nuevas vialidades al poniente (que Santa Fe y Cuajimalpa escupen zonas verdes ahorita). Porque, usted coincidirá, esa vacilada del Eje Cero Emisiones del Eje Central no sirve para nada. Debía estar repleto de árboles y azoteas verdes que oxigenen, no de edificios y edificios, banquetas y concreto. Estamos convirtiendo a la ciudad en un gran tabique.

martes, 6 de abril de 2010

Semáforos en el banquillo


Todo empezó una fría mañana dominguera cuando cambiamos de amores. Se fue la Compañía de Luz y Fuerza del Centro y llegó la Comisión Federal de Electricidad.


El cambio lo padecimos todos en mayor o menor medida: apagones, bajas de voltaje, cobros raros, manifestaciones. No ayudaron ni los fríos ni las sorpresivas lluvias, todo se alborotó.


Los semáforos fueron como el tiro al blanco. De repente uno podía circular por todo Vertiz, desde el Centro hasta División del Norte, cruzando por cuatro ejes y un viaducto, sin una luz verde que nos auxiliara. Se descomponían en cruces estratégicos y dos o tres policías valientes salían al quite tratando de hacerse entender con los automovilistas.


Eso pasó no pocas veces, sin embargo, los semáforos no entran jamás al tema de discusión. Nadie se acuerda de las que sufrió cuando no pudo cruzar una avenida, nadie reclama que no hay semáforos, nadie da explicaciones al respecto.


Es como si asumiéramos que ver semáforos que no funcionan es como ver basureros ecológicos saturados, vendedores en las esquinas o patrulleros estorbando en doble fila. Parte del paisaje urbano.


Quienes nos quedamos los días "santos" por estos lares, vimos que fue común que los semáforos no funcionaran. Yo, con un optimismo que ni siquiera podría justificar, supuse que están en mantenimiento, aprovechando el bajo aforo vehicular.


De todos modos, como en el caso de la niña Paulette, me quedan más preguntas que respuestas.

¿Cómo se elige un buen semáforo?

¿Cuánto se destina a los semáforos, instrumento fundamental en una ciudad de esta magnitud?

¿Qué tan computarizado está el sistema de semáforos?

Y sobre todo, si un semáforo no funciona ¿dónde se queja uno?


¿Alguien sabe?