miércoles, 16 de junio de 2010

Gracias jóvenes!


La semana pasada revista Barrio, la Asociación de Ex Alumnos de la Ibero y Adecco organizaron una tertulia con tres características a cual más interesantes: la preocupación por el empleo, vinos deliciosos y unos quesos buenísimos.

En un ambiente así la charla sale sola, se da. Y, como cada vez es más común en estos tiempos, se generó un diálogo de tú a tú entre jóvenes, recién egresados y nosotros, no tan jóvenes, ya más bien corriditos y con años en el ámbito laboral.

Unos, los de experiencia (para no ofender), ahondaban en tips para buscar empleo, currículum, presencia, el perfil que buscan los despachos de reclutadores, en fin, en lo que, en nuestra experiencia, es el camino más recomendable en la búsqueda de empleo.

Otros, los jóvenes, los que acaban de terminar sus estudios, tenían un punto de vista totalmente distinto: "me parece bien pero a alguien como yo no lo requieren en ningún lado", dijo un politólogo. "No es como a mis amigos los administradores que sí tienen chamba".

Y surge entonces la relación disfuncional eterna entre el campo académico y la demanda laboral, producto de una oferta inadecuada, pocas oportunidades y una orientación vocacional nula.

Pero otros más, nuestros anfitriones, los chicos fundadores de Cómo Oficinas, encabezados por Willy, tenían una posición más contundente: "no queremos ser empleados, por qué ocupar plazas que no queremos cuando podemos buscar crear nuestras propias empresas". El problema es cómo, y de ahí demostraron, con pruebas en la mano, de dónde surgió la idea de generar oficinas funcionales, económicas y muy muy bien equipadas, modernas, casi ecológicas, donde chicos con el entusiasmo de empezar una nueva empresa puedan despegar.

Y salió en respuesta otro comentario apuntando a que esa visión, de empresario, surge más bien de los egresados de universidades privadas, no públicas.

Yo soy egresada de universidad pública, de la UNAM (y aquí les pido que se pongan de pie!), mi educación básica fue en escuela privada, bilingüe -y esto lo enfatizo porque fue el inglés lo que me abrió las puertas de la empresa donde laboré 23 años-, y luego fui empleada. La seguridad de una empresa me permitió capacitación, experiencia, formación, un montón de cosas buenas y malas.

Pero estos chicos me han hecho pensar en cómo hubiera sido mi vida profesional si la hubiera definido distinta: empresa propia. Así lo ha hecho mi hermano y no todo ha sido miel sobre hojuelas, pero tiene una empresa mediana sólida que lo ubica en un buen sitio y con prestigio.

Y además está la brutal crisis, que como todas las crisis profundas, grandes y mundiales, marcan un parteaguas en el desarrollo económico de los países.

Si yo estuviera saliendo de la universidad hoy, en este 2010, ¿qué querría? ¿un empleo que me garantice un sueldo quincenal con el riesgo de caer en algo que no es lo que yo quería? ¿empezar una empresa propia siguiendo mis ideales aunque no sé si me de para vivir en el corto plazo? ¿soñar? ¿sobrevivir?

Sé que depende del entorno en que vivamos, que no todos la tenemos fácil, que generalizar, sobre todo en materia económica, es un terrible error, pero debo decir, jóvenes, que de nuevo, ustedes me pusieron a soñar...

Ya un amigo decía: esta es la primera generación que no sólo aprende de sus mayores, sino que también debe enseñarles. ¡Absolutamente cierto!

En esa tertulia escuché de los mayores lo que ya sabía, pero retomé de los jóvenes lo que ya estaba olvidando: el empuje para retar al mundo.

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