miércoles, 26 de mayo de 2010

Renunciar, qué fácil

Nada más se puede decir de Bazbaz de lo que todo el mundo ha publicado y comentado tan puntualmente.

La indignación es la renuncia en sí misma. Qué fácil. Se ofenden, agarran sus cosas y se van...

Lo hemos visto montón de veces. Las crisis de políticos y funcionarios se arreglan con una firma, su firma en una renuncia seguramente prerredactada casi desde su llegada al cargo.

¿Recuerda a Garay cuando hubo maestros golpeados un 15 de mayo? ¿O Ebrard cuando los linchados en Tláhuac? ¿Joel Ortega cuando la tragedia del New's Divine?

Ante la debilidad de la ley de proceder contra quienes se presume pueden ser responsables (que en ningún caso anterior lo hubo), ante la presión de los tiempos políticos por limpiar huellas con el viejo estilo de dejar a los funcionarios morir solos, para que nadie pueda tocar a ningún aspirante ni con el pétalo de una insinuación, y ante la presión de la opinión pública, los políticos han optado por asumir la renuncia como un estilo de vida.

Yo no sé usted, pero yo estoy harta de que renuncien.

Y tengo una teoría: la creciente participación de lo que denominamos opinión pública, es decir de la gente de a deveras, sea en foros públicos o en redes sociales, ha presionado, en buena hora, a los medios de comunicación y a quienes tienen influencia -columnistas, comentaristas-.

Los críticos son más críticos, la gente no perdona (nunca lo ha hecho), y los políticos, con todo su dinero invertido en el cuidado de su imagen, no saben qué hacer. Entonces, renuncian.

Pues no. No estoy de acuerdo.

¿Por qué no existen órganos ciudadanos que obliguen a entregar cuentas claras? ¿Por qué no hay una legislación lo suficientemente estricta que impida a un funcionario irse antes de entregar cuentas claras? ¿Por qué el Congreso y los congresos estatales revisan cuentas públicas de años atrás cuando ya todos los responsables están en otra cosa, en otra chamba? ¿Por qué los organismos que podrían intervenir de inmediato, como la CNDH y el IFE, así como sus iguales estatales, no tienen las suficientes facultades para hacerlo?

No es un asunto de callarnos la boca con una reununcia, es un asunto de cumplir con la tarea encomendada, de hacerse responsable de aquello a que se comprometieron. Es, sencillamente, un asunto de rendición de cuentas claro y puntual.

Si en ningún funcionario parece existir la ética suficiente para asumir este compromiso de manera personal, debe legislarse al respecto, con claridad. Porque tampoco queremos tres días de inútiles delcaraciones de funcionarios y legisladores de todas las corrientes políticas.

Con todo respeto, no me importa lo que opinen de Bazbaz, me importa que este hombre, que no pudo llevar a buen término una investigación judicial tan delicada como la muerte de una pequeña, pague por su ineficiencia e ineficacia con algo más que unas vacaciones forzadas.

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