El gobierno de la ciudad, de nuevo, manda señales contrarias.
Ahora modificó la Norma 29, con la cual restringe el uso de suelo para evitar la proliferación de tiendas de autoservicio y, argumenta, dar así mayor impulso a los mercados.
Si ya de suyo establecer freno al uso de suelo para evitar el crecimiento de una rama económica, suena a aprehender a Al Capone por delitos fiscales, la medida genera muchas otras dudas.
Hoy, por supuesto, la Asociación Nacional de Tiendas de Autoservicio (ANTAD) salta furiosa, anunciando que miles de millones de pesos se dejarán de invertir, que miles de empleos se dejarán de generar ante estas nuevas restricciones, porque se frena la apertura de 350 nuevas tiendas. Por supuesto, no piensan cerrar la infraestructura existente, sólo temen no crecer al ritmo que van.
Si mi memoria no me falla, cuando el gobierno de López Obrador, perredista también, impuso la obligatoriedad de dar a los adultos mayores tarjetas con una cuota mensual, estableció que estas serían sólo utilizadas en establecimientos comerciales y tiendas de autoservicio.
Con la medida dejó de lado a los mercados, y los locatarios se quejaron igual que se queja hoy la ANTAD.
Lo cierto es que los supermercados han sido beneficiados por el gobierno de la ciudad de muchísimas maneras, pero también el GDF ha probado las mieles de esta fructífera relación. Facilitar el pago de impuestos y servicios en cajas de línea en supermercados ha aumentado considerablemente la recaudación fiscal.
Y esta medida ha sido tan eficaz que uno puede acudir por media docena de huevos y pagar la televisión por cable, el celular, la luz, la tenencia, el predial y el agua al mismo tiempo.
Los mercados, por otro lado, no han tenido un mantenimiento adecuado, no cuentan con lugares de estacionamiento suficiente y aunque a veces ofertan mejor fruta y verdura que en los "supers", regularmente son más caros.
Suponer, pues, que esta medida beneficia a la población, porque así, como dijo Leticia Bonifaz "atendemos la queja de vecinos que no quieren más supermercados cerca de sus casas" -- igual que atendieron la queja de la Supervía me imagino --, no queda claro de qué manera esto mejorará, por ejemplo, mi economía diaria.
Y no es que sea malo regular el crecimiento de supermercados, al contrario. Creo que hay que regularlos, como hay que regular de cerca a los mercados e incluso las tiendas de conveniencia, las misceláneas y la Central de Abasto.
Creo además que es un bueno momento de definir cuál es el papel de los mercados, porque éstos, muy afectados también por los tianguis sobre ruedas, han desarrollado una oferta alterna que los distingue, y el mercado de Sonora, por ejemplo, se reconoce por su oferta de amuletos, hierbas, etc..., lo mismo que el de Coyoacán por la artesanía, disfraces y fruta fina, pero cara, y el de Polanco por alimentos difíciles de conseguir.
Se están volviendo una especie de "boutique" popular o sitios gourmet (¿o no tiene usted el mejor sitio de birria, carnitas, mariscos, gorditas, sopa de médula en un mercado?), ya no son, a fuerza de buscar sobrevivir, el centro de abasto que el GDF dice que quiere rescatar.
La rutina de una familia de clase media funciona más o menos así: El supermercado se visita una vez a la semana o quincena, para "surtir despensa", en el día a día va al mercado por la fruta, verdura, carne, tortillas que hagan falta para completar el menú elegido y visita con muchísima frecuencia tiendas de conveniencia o "la tiendita de la esquina" para los antojos de última hora.
Si además el ama de casa tiene el tiempo seguramente visita, el día que corresponde, el mercado sobre ruedas para surtirse con su "marchante" de carne, lácteos, verduras y frutas. Y por ahí, almorzar unas gorditas con un Peñafiel rojo.
Una familia de clase baja normalmente no visita el super, compra día con día lo que consume y visita las tiendas donde con frecuencia, le fían.
Pero si en alguno de los casos están beneficiados por su empleo o su condición ciudadana por vales, tarjetas de descuento y demás figuras que les otorgan a manera de prestación, terminarán siempre en un supermercado, porque ahí pueden canjearlo no sólo por alimento, sino por ropa, enseres y medicinas.
Visto así, ¿qué lógica tiene la medida que tomó el GDF? O más importante aún ¿quién nos explica el motivo real de frenar a los supermercados?
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