Las campañas llegan a su fin y el día de ir a votar se acerca. Empieza la cuenta regresiva para tomar decisiones. ¿Qué hacer? ¿Por quién voto? ¿Sirve mi voto? ¿Cómo le hago para que mi voto cuente? ¿Sirve de algo? ¿Y si mejor no voto?
Yo soy una convencida de que la herramienta más valiosa que tenemos para influir en la selección de nuestros gobernantes es el voto. Por años he razonado el voto, y cambiado la opción justo cuando ya estoy en la casilla, he calculado por quién sí y por quién no, y desde que mi hija me acompaña, la ceremonia cívica es aún más grande, ella participa, me ayuda a marcar la boleta, se forma conmigo y no me perdonará faltar a votar.
Ayer mi hija, de 10 años, me preguntó: ¿y tu vas a anular el voto?
No lo sé.
He seguido la propuesta de los candidatos, muchas tan exageradas que incluso rebasan su margen de acción, jamás podrán cumplir con lo que prometen.
Otras tan demagógicas que en la reaidad se desintegran.
Y otras tan pequeñas que no sirven de mucho.
Pero la pregunta real es ¿quién está comprometido siquiera para intentarlo?
De repente el voto se volvió una selección de personas, no de partidos, analizar su cara, verlos a los ojos, escucharlos hablar y ver, al tanteo, cuál sí hará cuando menos el intento por cumplir. Cuando menos en el caso de los delegados.
¿Usted votará por partido o por persona? ¿Por Sodi contra Ana Guevara o por PAN contra PRI?
En la decisión de quién me representará en la Cámara de Diputados y en la Asamblea Legislativa el asunto se complica, porque ni siquiera conozco a los candidatos, algunos los he visto colgados de un poste en letras tan chiquitas que no sé si van a al ALDF, al Congreso o son suplentes.
Entonces si quiero que mi voto influya, parece ser que deberé dirigirlo a uno de los grandes partidos. Veamos en la Asamblea, por ejemplo, creo que el PRD no debería ser la mayoría para hacer un contrapeso al jefe de Gobierno, pero el PRI parece no caminar a ningun lado, no tiene fuerza ni poder de influir en las decisiones y acuerdos parlamentarios. Por otro lado, el PAN parece ser la escuela de entrenamiento, de políticos que empiezan a foguearse, para luego crecer como Mariana Gómez del Campo, Obdulio Ávila, Gabriela Cuevas, etc…
Y en el Congreso, vaya… hay tantas grandes reformas atoradas, tanta grilla, declaraciones y acciones sin sustento, que estoy atorada. Sinceramente le digo, no sé a quién elegir.
Me quedan un par de días.
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