martes, 25 de agosto de 2009

De taxistas y cosas peores

Por culpa del destino caprichoso y la huelga en VW, he tenido que recurrir a taxis con mucha frecuencia en los últimos días.

Las conversaciones con los choferes de taxi son siempre ricas en anécdota, educativas, orientadoras y hasta reflexivas.

Mis pláticas en estos días variaron casi sobre tres temas: los hijos, las historias sorprendentes que los taxistas presencian y el Eje Central.

Valga decir que de los hijos las pláticas son siempre hacia lo que todos tenemos en común, y nos preocupa.

EL CLUB DE FANS DEL CORREDOR EMISIONES CERO

Del Eje Central, o la sabia decisión del Corredor Emisiones Cero, ya se imaginará... A partir de la decisión de restringir la circulación por el Eje los taxistas no pueden ni recoger pasaje en la avenida. ¿Cómo le hacen? Bueno, van haciendo señas al cliente para que se de la vuelta en la siguiente esquina, hace la parada, recibe instrucciones, para volver a la avenida tiene que dar la vuelta a la cuadra o dos cuadras siguientes y regresar.

No sólo es latoso, poco práctico y quitatiempo, sino que cuando el viaje empieza usted ya lleva un costo de 10 pesos, el banderazo más el voltión que tuvo que dar el taxi para retomar el rumbo.
¿Cuál es la queja? El pasaje ha bajado, ya no es opción el Eje Central. No está tan mal, diría, considerando que lo más rápido ahorita es el trolebús, que tiene carril confinado y casi ninguna parada. Se fomenta el transporte público, que es de calidad, y se acorta el tiempo de traslado.
Sí, pero toda buena noticia tiene tres o cuatro malas detrás.

En este caso una se llama Eje 1, Cuauhtémoc, avenida que retoma el tránsito que viene del Centro, la Roma, la Condesa, incluso Polanco hacia el sur, básicamente Coyoacán.
Tres taxis, cuyo servicio solicité cerca del Ángel de la Independencia, me bajaron cuando supieron que iba a Coyoacán, porque no querían enfrentar el tráfico.

¡QUÉ VIOLENCIA!

Las anécdotas, bueeeno, iban desde casos de asesoría doméstica que derivan en acompañar a los clientes en compra de tubería de baño, hasta noches de pijamada donde el chofer termina de barman improvisado.

Pero lo que más me alarmó fue la cantidad de historias que contaron sobre violencia familiar, abuso entre parejas de novios, actitudes violentas, de desparpajo o franca rebeldía en hombres y mujeres de todas las edades.

Uno. Una chica salió de su casa, con sus tres hijos, con la boca abierta, el ojo hinchado, sin un peso, llorando, y sin ninguna pertenencia. El marido la había corrido.

Dos. Un hombre subió al taxi llorando. Su esposa lo acababa de golpear y no quería que nadie se diera cuenta.

Tres. Una pareja de lesbianas. La chica retaba al chofer para ver si estaba coqueteando con su novia. El chofer, luego que ambas bajaron, fue a buscar agua bendita.

Cuatro. Un hombre cayó de la escalera, se rompió la pierna y traía el hueso exhibido. Fueron a tres hospitales antes de que alguien lo atendiera.

Cinco. Una mamá y su hija necesitaban correr a Xoco. A la chica, de 16 años, la acababan de violar asaltantes en un microbús.

Seis. Unos chavos, tres, platicaban. "Oye, qué me dieron de tomar ayer, porque acabé acostándome con el viejito que estuvo muy bien, y lo volvería a hacer pero si me echó algo en la bebida, pues sí se lo reclamo"... y acto seguido una llamada de celular "Papá, oye, no voy a llegar, estoy estudiando, pero por favor mándame al chofer porque necesito más dinero, y sí, nos vemos en dos o tres días".

Nada más qué decir.

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